El sábado vi ciclismo. No he podido refrendarlo en este blog antes pero me resistía a no dejarlo por escrito. El sábado vi una carrera de ciclismo y señores, ¡qué carrera! Philippe Gilbert demostró que la valentía no está reñida con la victoria, que en el ciclismo de hoy día aún se puede ganar demostrando que eres el mejor. El valón llegaba a la ciudad flamenca de Gante con la vitola de favorito a la victoria final. La prensa local apuntaba a él y a Tom Boonen como máximos candidatos al triunfo en la prueba que abre la temporada de clásicas y, mientras uno demostró que aún está lejos de su mejor momento, el otro se dedicó a plasmar su superioridad en un recorrido salpicado por tramos de dulce pavé y pequeños muros, zonas que a los aficionados nos hacen soñar con lo que está por venir. Con el grueso pavé de Roubaix y con los muros inacabables de Flandes.
Y eso que parecía que asistiriamos a una exhibición de Quick Step. Patrick Lefévere presentaba un ocho de gala para la Het Volk. Casi se podría decir que cualquiera de esos corredores podía vencer la carrera. A falta de 80 kilómetros, los Quicky mandaban en cabeza de pelotón y controlaban el tempo de un gran grupo que marchaba tranquilo. Incluso cuando hubo que apretar apareció la figura de Stijn Devolder, un ciclista que viene de vencer en el Algarve y que se encargó de crear la primera selección. Sin embargo, pronto veríamos que no era el día de los corredores del conjunto belga. Gert Steegmans cedía, Tom Boonen desaparecía, Paolo Bettini trabajaba... y cuando llegó el ataque de Philippe Gilbert a 60 kilómetros de meta, nadie pudo seguir la estela de belga. Lo intentó Nick Nuyens pero el de Cofidis tuvo que ceder en las rampas del Eikenberg ante la pujanza de su compatriota. Gilbert iba encendido. Los kilómetros acumulados en Australia y Mallorca se hicieron notar en ese duro demarraje.
En ese momento parecía que la aventura de Gilbert estaba condenada a fracasar. Por detrás quedaban muchos corredores juntos y los equipos podían organizarse para dar caza al suicida. Lo intentaron CSC, Cofidis y hasta Quick Step pero la mecha del de la Française des Jeux, lejos de apagarse, se avivaba con el paso de los kilómetros. El valón iba dando caza uno a uno a los integrantes de la fuga del día. Algunos se ponían a su rueda... otros ni lo intentaban, y sino que le pregunten al galo David Boucher. Otro francés, Arnaud Gerard, compañero de equipo de Gilbert, echó una mano a su líder para agarrar a los últimos escapados. Por detrás, se organizaban los más fuertes. Cancellara, Hushovd o Nuyens buscaban la rueda del líder, ya en cabeza en solitario, pero la ventaja seguía aumentando. No había otra solución posible. Philippe Gilbert se presentó en Gante con más de un minuto respecto a Nuyens y eso que el tramo final se le atragantó. Ése es el ciclismo que nos ofrecen las carreteras de Bélgica, unas carreteras que deberían de ser patrimonio mundial del ciclismo.
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